¿Alguna vez has notado que no sólo mientes a los demás, sino a veces incluso a ti mismo?
La gente a menudo no dice la verdad porque quiere cumplir una expectativa o tiene miedo de las consecuencias.
A menudo, las mentiras no nacen de la malicia, sino de una forma de defensa.
Un intento de evitar la incomodidad, el dolor, la vergüenza.
A veces, el deseo de preservar nuestra autoestima se esconde detrás de mentiras.
Para que no tenga que enfrentarse a algo que le pueda hacer daño.
¿Pero qué pasa cuando nos mentimos a nosotros mismos?
Muchas veces ni siquiera nos damos cuenta.
Creemos que todo está bien. Que no duela tanto.
Que no es para tanto.
Porque si realmente viéramos la verdad, causaría demasiado dolor o alteraría el delicado equilibrio que mantenemos.
Y, sin embargo: la toma de conciencia siempre comienza con nuestra voluntad de mirar aquello que hasta ahora hemos evitado.
Dos preguntas sencillas pueden ayudarle a comenzar:
¿Cuál es la verdad que no quiero ver?
"¿Qué tengo miedo de descubrir?"
Estas preguntas no tienen que ver con la culpa ni con la autoflagelación.
Pero sobre la libertad.
Porque cuando somos lo suficientemente valientes para ver lo que no queríamos ver, realmente nos liberamos.
Elegimos la ligereza sobre el peso de las mentiras.
Fuerza real en lugar de autoengaño.
Y poco a poco comenzamos a permitirnos una vida que no esté construida sobre los miedos, sino sobre la verdad.
La verdad te hará libre.
Puede encontrar contenido similar y más profundo en la membresía de Flow y en nuestros eventos en vivo.